domingo, 17 de enero de 2010

Cocó y Morfina

Ni cocó ni morfina.

Hay un título clave para consignar algunas puntualizaciones al respecto y es el tango de Manuel Romero y Francisco Canaro “Tiempos viejos”. Esta pieza se estrena, en el año 1926, en La maravillosa revista, propuesta que fue concebida como un suntuoso espectáculo revisteril. La fecha resulta interesante por las pistas que ofrece. Recordemos la primera estrofa:

Te acordás hermano, ¡qué tiempos aquellos!;
eran otros hombres, más hombres los nuestros
no se conocía cocó ni morfina
los muchachos de antes no usaban gomina.

El autor otorga mayor hombría a quienes evoca como pertenecientes a otros tiempos y deja caer dos referencias que, al parecer, señalan las diferencias con aquellos “más hombres los nuestros”. Una es la ausencia del consumo de estupefacientes y la otra es el peinado sin gomina. En el terreno de la especulación, creo que es válido suponer que, si se están evocando otros tiempos, podemos pensar, por lo menos, en el entorno de los quince años atrás, tal vez más. Esto nos ubicaría, más o menos, por el año 1910. De modo que resultaría lícito considerar los primeros años del siglo como épocas en las que tal vez no se manejaba - por lo menos a un nivel de consumo significativo - la presencia de la droga. Y, por otra parte, el uso de la gomina recién comienza a popularizarse a mediados de la década del ´10. Pero de cualquier manera lo cierto es que estos dos elementos forman parte del tango, aunque no se registraran en las más lejanas etapas iniciales. Ramón Collazo (“El Loro”) concentra en su libro “Historias del Bajo” (Montevideo, editorial Alfa, año 1967) una serie de notas sobre ese particular barrio montevideano tan profundamente vinculado a la historia del tango. Pensemos que El Bajo muere a partir de 1930 por lo tanto las referencias son anteriores a esa fecha.

Collazo, además, se mudó del Bajo – en el cual había nacido – en el año 1929. Uno de sus relatos (“Las alpargatas cómplices”) comienza diciendo: “Más adelante, y en otro capítulo, nombro al Flaco M. como vendedor de cocaína del Bajo”. Y hay un texto muy elocuente de Julio César Puppo (“El Hachero”) que vincula los tres puntos que estamos manejando. El autor, en una de sus inolvidables “crónicas”, al hablar de la cocaína, dice: “La primera vez que nos enteramos de la existencia de ese ambiente de amargura y de vicio éramos muy pibes y la noticia nos llegó en la letra de un tango que canturreaban los jóvenes calaveras de peinado liso”. Ese “peinado liso” al que alude Puppo nos hace pensar en la figura misma del máximo cantor con su clásica engominada, pero, además, el propio repertorio gardeliano presenta al personaje que exhibe el peinado a la gomina con orgullo como rasgo de personalidad. Veamos el tango, también de Manuel Romero, “El rey del cabaret” (grabación de Gardel del año 1923); la música corresponde, en este caso, a Enrique Delfino. Al comienzo Romero cuenta que el rey del cabaret

Era un mozo bacán y arrogante
bien peinao al Coty y con gomina …


París…de lleno a los placeres

La referencia a Coty (François Coty), quien revolucionó la perfumería creando un verdadero imperio industrial por los años ´20, es una oportuna ubicación en el París de esos años. La irrupción del tango en la capital francesa produjo un fulminante deslumbramiento y generó un mecanismo de fuerte influencia recíproca. La vida nocturna parisina, el derroche, los placeres, el mundo del cabaret, todo conformaba un ámbito ideal para recibir a esta música rioplatense que proponía una danza sensual, provocadora y fascinante. Como insignia de ese ambiente – ya lo hemos visto en algún análisis anterior – se encontraba el champán, pero la droga también jugaba su papel en ese mundo de excesos. Veamos un testimonio de Mario Sarmiento Vargas. Este colombiano publicó, en el año 1950, un material que él mismo se encargó de prologar aclarando: “Esto no es un libro, es un documento. Carece de pretensiones literarias”. El trabajo, titulado “Gardel..! ¿Vive o ha muerto?”, maneja referencias directas de figuras vinculadas al Cantor durante su paso por Colombia. Nuevamente, y a través de Sarmiento Vargas, vamos a invocar a la exótica Ivonne Guitry. Esta mujer de origen húngaro, que las referencias vinculan sentimentalmente a Gardel, vive el aturdimiento parisino en los años ´20 como vía de escape a una serie de azarosas situaciones familiares que sufre en plena adolescencia y juventud. La capital europea era, en el momento, el lugar ideal para adormecer los sentidos. Sus palabras son reveladoras. “París, paraíso del extranjero. (…) Diez y ocho años, rubia, ojos azules. Sola en París. (…) Para suavizar mi desgracia me entregué de lleno a los placeres. (…) Alguna vez, uno de aquellos elementos que merodean siempre en aquel ambiente cosmopolita, descubre mi pena secreta y me recomienda el remedio para el olvido…cocaína, morfina, drogas.”

El tango vivía intensamente ese ambiente por lo tanto no podía sustraerse a su influjo. Precisamente muchos artistas rioplatenses, buscando una realización y un reconocimiento mayor que el que podían obtener en nuestras capitales, terminaron estableciéndose con éxito en tierras francesas. La enumeración haría una lista muy larga pero, intentando resumir, podemos recurrir a un apellido que sintetiza una enorme parte de esta historia, el de los hermanos Pizarro. Uno de los más célebres centros nocturnos del momento, uno de los tantos que regenteó el bandoneonista Manuel Pizarro, fue el legendario cabaret “El Garrón”. El mismo Pizarro compuso la música del tango “Una noche en El Garrón”, que lleva versos de Luis Garros Pe (Luis Gaspar Pierotti). Este título se constituye en una excelente muestra de la simbiosis entre el tango y el mundo nocturno del cabaret parisino, del vicio, de la droga. Tiene, además, el valor documental de haber nacido de la mano de quienes pertenecían, en carne y hueso, a ese ámbito tan singular. La historia hace referencia a una milonga francesa que engrupe con sus encantos al narrador, quien la conoció una noche en el famoso local nocturno. La milonguita da el salto cuando conoce al tipo que pasa a explotarla inteligentemente vinculándola a mejores círculos. Pero esa vida se termina, el cafiolo la abandona, y ella queda como lo define la estrofa:

…la coca te ha vuelto loca
tu amigo ya se piantó
pobre milonga francesa
la conocí en El Garrón.

Es interesante la primera apreciación porque veremos que el consumo de narcóticos define siempre personajes que terminan en una total destrucción; aquí se le atribuye la locura.

El tango “Che papusa, oí…”, que cuenta con letra de Cadícamo y música de Matos Rodríguez, muestra con claridad la influencia francesa. Los autores conocían muy bien el paño. Abundan los términos y expresiones de aquella lengua. El autor le dice a esa muñequita “…de parla afranchutada” que es “…la milonguerita de más chiqué ” y que engrupe, entre otras cosas, “…con ojos picarescos de pippermint ” y, en lo que nos interesa por el tema

Trajeada de bacana bailás con corte
y por raro esnobismo tomás prisé…

El Larousse de la lengua francesa explica el significado de prise (sin tilde), con la idea general de toma, aplicada a varias acepciones. La que corresponde a este caso es toma de rapé, de polvo de tabaco. Pasa a integrarse al vocabulario de los tangos como la acción de aspirar cocaína. También se utiliza pris. Pensemos en “Corrientes y Esmeralda”, el célebre tango de Flores y Pracánico, “…curdelas de caña y locas de pris”. Digamos, al margen, que han circulado versiones de que este tema fue cantado por Gardel, aunque no lo grabó. Los hechos no aclarados, confusos, tan comunes en la vida del artista, también tocan este campo. Unos dicen que, al cantarlo, sustituyó su nombre por el de Charles Boyer y otros por el de Chevalier. (“En tu esquina criolla cualquier cacatúa/sueña con la pinta de Carlos Gardel”). La versión de que El Mago utilizó en su lugar el nombre de Maurice Chevalier está sustentada en las declaraciones del propio Pracánico a Orlando Del Greco para su trabajo “Carlos Gardel y los autores de sus canciones” (O. Del Greco, Akian Gráfica Editora S.A., Buenos Aires, año 1990).

Aunque ya evocamos el tema cuando, en un trabajo anterior, hablamos del champán no podemos dejar de recordar a “Griseta” como típico ejemplo de tango afrancesado que muestra, enlazadas, las dos figuras emblemáticas de esta historia “…y una noche de champán y de cocó…”.


En tierras rioplatenses

Todo ese tejido social sigue viviendo en el tango, obviamente, en el Río de la Plata. La “grisette” criolla tiene una fuerte presencia en la escena. Francisco García Jiménez, en el tango “Lo que fuiste” (música de Rafael Tuegols) propone la imagen de la graciosa costurera que se hacía merecedora de todos los elogios; se hablaba de sus manos primorosas, de sus ojos picarescos y se vio en ella la condición de musa de Carriego. Pero las promesas de un soñado mundo de lujos la llevan al final de vacío, falsedad y destrucción:

Hoy sos una de tantas
que por la vida rueda
tus risas y tus sedas
cual piedras falsas van
desparramando audaces
un brillo que fascina
en noches de morfina
de pócker y champán.

“El Negro” Celedonio Esteban Flores propone el personaje en su título “Milonga fina”, tango que lleva la firma de José Servidio en la parte musical. La muchachita, siguiendo la clásica secuencia, deja el arrabal, cambia la humildad de su atuendo (“el traje mishio de percalina/y la puntilla del delantal/el moño rojo que te ponías/tan paradito, tan coquetón…”) y se entrega deslumbrada a la vida de farras y de vicio. Necesita entonces engrupirse, olvidarse de su vida anterior, perder la realidad, para poder mantener la imagen de muñeca refinada

Te declaraste milonga fina
cuando anduviste con aquel gil
que te engrupía con cocaína
y te llevaba al Armenonville.

Del mismo tenor es el tango de Manuel Romero y Manuel Jovés “La provinciana”. En este caso, también en una propuesta muy repetida, es una muchacha del interior “…que dejando su casita/cayó un día a la ciudad” deslumbrada por las posibilidades que ésta le podía ofrecer. Llega, lógicamente, al final desolador

…la milonga te apresó
y ya tu vida está marchita.
Pobre flor ya está muy lejos
el recuerdo de tus viejos,
tu candor se disipó
y hoy te entregás a la cocó.

La reiteración del cuadro es una valiosa señal porque, si dejamos de lado una mirada crítica desde el punto de vista artístico que pueda llevar a desdeñar lo que tenga visos de sensiblería, veremos la existencia de personajes y situaciones, veremos una realidad, un momento, ambientes y tipos humanos que el tango se encarga de mostrarnos. Siempre hemos reafirmado una profunda convicción de que el tango ha jugado un papel fundamental en la conservación de nuestra memoria, en el rescate de nuestra vida y de nuestra historia.

También parecida es la situación que vive la protagonista del tango “Pa´ que te acordés”, de Andrés Seitún y Francisco Lomuto. Hay una alusión muy interesante al recurso de drogarse mediante sustancias que no son propiamente drogas y que nos hace pensar que lo que actualmente vemos a través del manejo de pegamentos o cosas parecidas no es nada nuevo; es cierto que nos sorprende pero la historia nos muestra que todas las generaciones tuvieron una particular dosis de creatividad. Veamos las vías de escape de la chica en los momentos de mayor decadencia

…también rodaste perdida y sin consuelo
y en tus ojos el llanto se posó
y solo hallaste alivio en un pañuelo
al que impregnabas de éter y cocó.

Y hay una impactante sentencia que anuncia el final – sin vuelta atrás – de esa vida sellada por el vicio

La morfina y la cocó
hoy en esa garçonnière
van tejiendo con desvelo
su mortaja como velo
de su última toilette.


También los hombres

Aunque se pueda echar mano a algún otro ejemplo no vamos a insistir en las historias que muestran a la mujer en estas situaciones. Digamos sí que, aunque el tango alude, fundamentalmente, a personajes femeninos, no es exclusividad de las mujeres este asunto, los hombres se han encontrado también envueltos en los mismos vapores, compartiendo las mismas situaciones decadentes. El recordado dueto autoral de Roberto Lino Cayol y Raúl de los Hoyos es responsable del tango “Noches de Colón”. Aquí protagoniza la historia el hombre que supo conocer una buena vida, lujos, placeres, tal como lo señala el letrista desde la primera estrofa

También los goces que da el dinero
en otros tiempos los tuve yo
y en las veladas del crudo invierno
en auto propio llegué al Colón.

Pero entra en escena la mujer fatal quien, con su fascinación, lo arrastra a la ruina. En el final es también una imagen repetida la del ser andrajoso, abandonado, quebrado, obra del recurso alucinante de la droga

Los paraísos del alcaloide
por olvidarla yo paladeé
y así en las calles como soñando
hecho un andrajo me desperté.

“El taita del arrabal”, tango de José Padilla, Luis Bayón Herrera y Manuel Romero, habla de un “malevo buen mozo”, muy requerido por las minas, altivo y de gran presencia pero que, indefectiblemente, es arrastrado por la milonga y el vicio a un triste final

Pobre taita, cuántas noches
bien dopado de morfina
atorraba en una esquina
campaniao por un botón,
y él, que antes causaba envidia
ahora daba compasión.

Un caso muy singular es el del tango “Micifuz”, que cuenta con la letra de Enrique Pedro Maroni y la música de Adolfo Avilés, personaje muy vinculado a Gardel, no solo por sus composiciones sino por su condición de pianista en las sesiones de gimnasia a las que, regularmente, concurría el Cantor en la Asociación Cristiana de Jóvenes de Buenos Aires. Lo interesante de este planteo es que el personaje está definido como un ser cuyo origen - en el aspecto socio económico - define la imagen de alguien en quien no se concibe el consumo de estimulantes. Según el autor esta práctica resultaría acorde solamente con quienes acceden al mundo del placer, de la noche, del despilfarro y no concuerda con aquel a quien alude como “triste gato de albañal”. El tal Micifuz desentona en ese mundo de brillos y derroche al que, quien sabe de qué manera, logró llegar a pesar de su procedencia (“…recordá tu vida rea/y achicate la intención”)

Un hijo de un farabuti
el changador de la esquina
dopado con cocaína
pero si es para no creer.

Digamos también que la presencia de la droga generó dichos, frases, voces populares relacionadas con sus efectos. Opio, por ejemplo, es sinónimo de aburrimiento y de allí surge el verbo opiarse, precisamente con el sentido de aburrirse, cansarse. Pero veamos el tango “Recordándote”, de Guillermo Barbieri y José de Grandis; el personaje comienza diciendo

Indignado por el opio
que me diste tan fulero…

Aquí el término se integra a una expresión definida como “dar el opio” y que tiene el significado de despedir, echar y se utiliza, más específicamente, para expresar la idea de abandonar a alguien, la mujer al hombre o al revés.

Para terminar vamos a salirnos por un instante del repertorio gardeliano, aunque la figura del periodista y poeta que vamos a evocar está directamente vinculada al Cantor. Carlos Raúl Muñoz y Pérez, conocido popularmente como “Carlos de la Púa” o “El Malevo Muñoz” es una presencia reiterada en la vida de Gardel a la que incluso se recuerda a través de un episodio infeliz como fue su nota publicada en el diario Crítica, el 15 de setiembre de 1931: “Che Carlitos…largá la canzoneta”. Dado el tema que estamos comentando vamos a rememorar un texto que expresa de una manera insuperable la decadencia humana, la decrepitud, la ruina del ser consumido por la drogadicción. En ese clásico de la poesía arrabalera que es “La crencha engrasada”, Carlos de la Púa presenta su Packard

Era una mina bien, era un gran coche
era un Packard placero, era una alhaja:
auto que siempre trabajó de noche
llevando siempre la bandera baja.
Pero un día la droga la hizo suya
y en vez de cargar nafta, echó morfina
y cerrando el escape por la buya
se fajaba debute en cada esquina.
Ayer la vi pasar…iba dopada
y me sentí yo, curda, un Santo Asís
al ver que de su pinta abacanada,
pinta que fuera de auto de parada,
solo queda, cual resto de chocada,
con los cuatro fierritos del chasis